martes, 27 de agosto de 2013

Arco y Daga, Capítulo 1

Como primera entrada al blog, pondré una historia corta que estoy escribiendo. Espero que la disfrutéis.





-Veintiuno justo. Dadme la pasta.
Ognar, molesto, tiró las cartas sobre la improvisada mesa formada por un escudo y dos piedras.
-¡Ya es la tercera vez que ganas!¡Todos los tontos tienen suerte!
-¿Entonces por qué tu nunca ganas?-Dijo Klum sonriendo ante el montón de monedas de oro recién ganado.
-¡Idiota!¿Sabes lo que pienso?¡Creo que tienes una carta de bufón por ahí escondida, porque si no, no me explico cómo puedes ganar tantas veces seguidas!
-Para nada. Lo que pasa es que tienes muy mal perder.
-¡Callaos, payasos!-susurró Eign- Vais a despertar al jefe con vuestros gritos, y no me apetece estar otra semana castigado limpiando las letrinas del cuartel.
-Dudo mucho que el viejo Gunkar se despierte. Seguramente esté durmiendo la mona. Siempre abusa del hidromiel.
Ognar agachó la cabeza, pensando en el alcohólico sargento. Desde que perdió la pierna en la cacería del oso gigante, solo el hidromiel podía calmarle el dolor. Litros de hidromiel.
-Probablemente-dijo Klum echándose el pelo cobrizo hacia atrás- la estúpida idea de partir en busca del dragón níveo se le haya ocurrido durante una de sus borracheras. Sí, eso es. Tanto alcohol le habrá hecho alucinar.
Eign clavó sus ojos grises en él.
-¿Acaso desconfías del liderazgo de Gunkar?
-Desconfío de los borrachos en general. Siempre ven el mundo de color rosa, y eso sólo lleva al desastre. Mira a tu alrededor. Llevamos dos meses en este maldito páramo helado persiguiendo un supuesto dragón y como mucho hemos encontrado un par de liebres albinas. Las reservas empiezan a escasear y como no encontremos a esa lagartija alada pronto, tendremos que volver con las manos vacías. Y no me apetece que esa cabeza de pollo de Melka use mis huesos en lugar de los del dragón para construir el puente.
Ognar escupió y contempló como el escupitajo se convertía en fino cristal a los pocos segundos de impactar contra el suelo.
-Joder, qué frío. Eign, ve a buscar leña para encender una hoguera, antes de que me cuelguen chuzos del bigote.
-¿Y por qué yo? 
 -Porque eres novato y por tanto, prescindible- dijo Klum sonriendo con sarcasmo.
-¡Ve tu!¡Yo me niego!
-¿Ah, sí?¿Quieres que le cuente al sargento quién entró el otro día en suministros y robó un cerdo?
Eign, gruñendo como un perro, se levantó y avanzó hacia el pinar situado al este del campamento.
Según  se adentraba en la espesura notó que comenzó a hacer más frío, aunque no le dio importancia. Seguramente, pensó, el viento haya cambiado de dirección y vuelva a soplar desde el norte.
Siguió caminando hasta dar con un pino seco, ideal para encender fuego. Sacó su hacha de guerra y comenzó a cortar algunas ramas, cuando de repente oyó un silbido a gran volumen. De...debe ser el viento, pensó asustado, en éste bosque no hay nada más que ratas.
Entonces, varios árboles fueron derribados frente a él. Y aunque salió ileso por los pelos, la nieve en polvo que había levantado los troncos caídos le impidió ver qué había pasado.
Cuando se disipó la nube de nieve, Eign se quedó paralizado por lo que vio. Ojos azules y sin vida, que ardían como las llamas del infierno; colmillos como espadas; alas blancas que tenían el tamaño de la vela mayor de un galeón. Ante él estaba el dragón níveo.
En cuanto se dio cuenta de la presencia de Eign, abrió su poderosa mandíbula, rugiendo con tal potencia que la nieve cayó de varios pinos.
Eign, asustado, huyó hacia el campamento con el dragón pisándole los talones mientras arrasaba con todo a su paso.
-¡Dragón!¡Dragón!
Klum, al oirlo, se apresuró a coger su escudo y desenvainar la espada; mientras que Ognar, arco en mano, se apresuró a avisar al sargento, quien salió como una exaltación de la tienda donde dormía, mandoble en mano, pero sin armadura alguna. Al ver al dragón, Gunkar se quedó boquiabierto.
-¡Llego el momento que estábamos esperando! ¡Recordad rodeadlo para atacar a la cabeza y tened cuidado con sus colmillos!¡Procura no estropearlo todo, Eign!
-¡Sí, señor!
 Eign intentó escalar hacia la cabeza por la cola mientras Ognar distraía al dragón con una rápida lluvia de flechas. Fue inútil, pues el dragón levantó la cola y le lanzó contra un árbol, haciendo que su cuello se rompiera con un chasquido sordo.
-Maldita sea-masculló Gunkar- por eso odio tener novatos en mi grupo. Siempre intentando hacerse los héroes. ¡Ognar!¡Apunta a los ojos! ¡Si le ciegas tal vez tengamos una oportunidad!
Sin embargo, el dragón de algún modo adivinó su estrategia, pues dio rápido salto hacia Ognar y, atrapándole con las fauces como una gata lleva a su cría, lo devoró de un solo bocado.
-¡Ognar!¡No! Voy a matarte, lagartija inmunda. ¡Voy a matarte!
-No seas imbécil, Klum, sigamos con el plan.
-¡A la mierda el plan!
Klum se acercó corriendo al dragón con la espada en alto, dispuesto a clavársela en la mandíbula, pero el dragón con un rápido movimiento le atrapó con la garra. Abriendo la boca, se dispuso a devorar su nueva presa.
Y lo habría conseguido de no ser porque Gunkar le cortó el extremo de la cola de un mandoblazo, haciendo que el dragón aullara de dolor y se girara enfurecido. Pero no atacó, en lugar de eso clavó la mirada sobre el que se atrevió a lastimarle. Entonces abrió la boca y expulso lentamente una bocanada de aliento congelante. No quería matarle rápidamente. Quería que muriera sufriendo.
-Huye, Klum.-Susurró el capitán.
-¡No pienso dejarte!
-¡Imbécil!¡Necesitamos más cazadores!¡Ve a dar el aviso!¡Pronto este dragón terminará de matarme y después tú serás el siguiente!¡Huye!
Klum se dio la vuelta para marcharse, sin poder controlar una lágrima de ira.
-Lo siento...
-No es culpa tuya. Es culpa mía. Tú has servido bien a Los Cazadores. Por eso quiero que cuando yo no esté quiero que los dirijas y entrenes a los novatos. ¡Y ahora vete!
Entonces el cazador salió corriendo como nunca antes había corrido en su vida, sin mirar atrás, sin detenerse, de regreso a la aldea de Narz.
 

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