-Veintiuno justo. Dadme la pasta.
Ognar, molesto, tiró las cartas sobre la improvisada mesa
formada por un escudo y dos piedras.
-¡Ya es la tercera vez que ganas!¡Todos los tontos tienen
suerte!
-¿Entonces por qué tu nunca ganas?-Dijo Klum sonriendo ante el
montón de monedas de oro recién ganado.
-¡Idiota!¿Sabes lo que pienso?¡Creo que tienes una carta de
bufón por ahí escondida, porque si no, no me explico cómo puedes ganar tantas
veces seguidas!
-Para nada. Lo que pasa es que tienes muy mal perder.
-¡Callaos, payasos!-susurró Eign- Vais a despertar al jefe
con vuestros gritos, y no me apetece estar otra semana castigado limpiando las
letrinas del cuartel.
-Dudo mucho que el viejo Gunkar se despierte. Seguramente
esté durmiendo la mona. Siempre abusa del hidromiel.
Ognar agachó la cabeza, pensando en el alcohólico sargento.
Desde que perdió la pierna en la cacería del oso gigante, solo el hidromiel
podía calmarle el dolor. Litros de hidromiel.
-Probablemente-dijo Klum echándose el pelo cobrizo hacia atrás-
la estúpida idea de partir en busca del dragón níveo se le haya ocurrido
durante una de sus borracheras. Sí, eso es. Tanto alcohol le habrá hecho
alucinar.
Eign clavó sus ojos grises en él.
-¿Acaso desconfías del liderazgo de Gunkar?
-Desconfío de los borrachos en general. Siempre ven el mundo
de color rosa, y eso sólo lleva al desastre. Mira a tu alrededor. Llevamos dos
meses en este maldito páramo helado persiguiendo un supuesto dragón y como
mucho hemos encontrado un par de liebres albinas. Las reservas empiezan a
escasear y como no encontremos a esa lagartija alada pronto, tendremos que
volver con las manos vacías. Y no me apetece que esa cabeza de pollo de Melka
use mis huesos en lugar de los del dragón para construir el puente.
Ognar escupió y contempló como el escupitajo se convertía en
fino cristal a los pocos segundos de impactar contra el suelo.
-Joder, qué frío. Eign, ve a buscar leña para encender una
hoguera, antes de que me cuelguen chuzos del bigote.
-¿Y por qué yo?
-Porque eres novato y
por tanto, prescindible- dijo Klum sonriendo con sarcasmo.
-¡Ve tu!¡Yo me niego!
-¿Ah, sí?¿Quieres que le cuente al sargento quién entró el
otro día en suministros y robó un cerdo?
Eign, gruñendo como un perro, se levantó y avanzó hacia el
pinar situado al este del campamento.
Según se adentraba en
la espesura notó que comenzó a hacer más frío, aunque no le dio importancia. Seguramente, pensó, el viento haya cambiado de dirección y vuelva a soplar desde el norte.
Siguió caminando hasta dar con un pino seco, ideal para
encender fuego. Sacó su hacha de guerra y comenzó a cortar algunas ramas,
cuando de repente oyó un silbido a gran volumen. De...debe ser el viento, pensó asustado, en éste bosque no hay nada más que ratas.
Entonces, varios árboles fueron derribados frente a él. Y
aunque salió ileso por los pelos, la nieve en polvo que había levantado los
troncos caídos le impidió ver qué había pasado.
Cuando se disipó la nube de nieve, Eign se quedó paralizado
por lo que vio. Ojos azules y sin vida, que ardían como las llamas del
infierno; colmillos como espadas; alas blancas que tenían el tamaño de la vela
mayor de un galeón. Ante él estaba el dragón níveo.
En cuanto se dio cuenta de la presencia de Eign, abrió su
poderosa mandíbula, rugiendo con tal potencia que la nieve cayó de varios
pinos.
Eign, asustado, huyó hacia el campamento con el dragón
pisándole los talones mientras arrasaba con todo a su paso.
-¡Dragón!¡Dragón!
Klum, al oirlo, se apresuró a coger su escudo y desenvainar
la espada; mientras que Ognar, arco en mano, se apresuró a avisar al sargento,
quien salió como una exaltación de la tienda donde dormía, mandoble en mano,
pero sin armadura alguna. Al ver al dragón, Gunkar se quedó boquiabierto.
-¡Llego el momento que estábamos esperando! ¡Recordad
rodeadlo para atacar a la cabeza y tened cuidado con sus colmillos!¡Procura no
estropearlo todo, Eign!
-¡Sí, señor!
Eign intentó escalar
hacia la cabeza por la cola mientras Ognar distraía al dragón con una rápida
lluvia de flechas. Fue inútil, pues el dragón levantó la cola y le lanzó contra
un árbol, haciendo que su cuello se rompiera con un chasquido sordo.
-Maldita sea-masculló Gunkar- por eso odio tener novatos en
mi grupo. Siempre intentando hacerse los héroes. ¡Ognar!¡Apunta a los ojos! ¡Si
le ciegas tal vez tengamos una oportunidad!
Sin embargo, el dragón de algún modo adivinó su estrategia,
pues dio rápido salto hacia Ognar y, atrapándole con las fauces como una gata
lleva a su cría, lo devoró de un solo bocado.
-¡Ognar!¡No! Voy a matarte, lagartija inmunda. ¡Voy a
matarte!
-No seas imbécil, Klum, sigamos con el plan.
-¡A la mierda el plan!
Klum se acercó corriendo al dragón con la espada en alto,
dispuesto a clavársela en la mandíbula, pero el dragón con un rápido movimiento
le atrapó con la garra. Abriendo la boca, se dispuso a devorar su nueva presa.
Y lo habría conseguido de no ser porque Gunkar le cortó el
extremo de la cola de un mandoblazo, haciendo que el dragón aullara de dolor y
se girara enfurecido. Pero no atacó, en lugar de eso clavó la mirada sobre el
que se atrevió a lastimarle. Entonces abrió la boca y expulso lentamente una
bocanada de aliento congelante. No quería matarle rápidamente. Quería que
muriera sufriendo.
-Huye, Klum.-Susurró el capitán.
-¡No pienso dejarte!
-¡Imbécil!¡Necesitamos más cazadores!¡Ve a dar el
aviso!¡Pronto este dragón terminará de matarme y después tú serás el
siguiente!¡Huye!
Klum se dio la vuelta para marcharse, sin poder controlar
una lágrima de ira.
-Lo siento...
-No es culpa tuya. Es culpa mía. Tú has servido bien a Los
Cazadores. Por eso quiero que cuando yo no esté quiero que los dirijas y
entrenes a los novatos. ¡Y ahora vete!
Entonces el cazador salió corriendo como nunca antes había
corrido en su vida, sin mirar atrás, sin detenerse, de regreso a la aldea de
Narz.
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